sábado, 19 de noviembre de 2016

Un silencio antiguo y amargo.

El próximo día 22 de noviembre es la festividad de Santa Cecilia, patrona de los músicos, y para celebrarlo VIDA ALGONESA quiere hacer un pequeño homenaje a la tradición musical de nuestro pueblo. Sobre la música en Alagón se han dicho no pocas inexactitudes, que ahora es preciso matizar. Es sabido que contamos con grandes músicos, con una excelente Banda de Música, con dos grupos de canto coral y con un folclore que goza de gran vitalidad, como pusimos de relieve en nuestro artículo sobre Celia Sanz y Germán Santabárbara. Sin embargo, en Alagón no es oro todo lo que reluce. Se ha dicho un tanto a la ligera que vivimos una época de esplendor musical sin precedentes o que en Alagón vivimos la música con un entusiasmo especial. Tal vez cualquier tiempo pasado fue peor, pero en nuestro caso no ha sido así. Y es que Alagón ha sufrido un retroceso o empobrecimiento musical de gran magnitud. Lo cierto es que fuimos durante siglos un pueblo de órganos, el instrumento rey, y de organistas, aunque de ese pasado ya no queda nada. De los cinco órganos que, como poco, llegamos a tener, ninguno está en uso. Unos destruidos, otros trasladados y el de la parroquia abandonado. ¿Acaso puede haber algo más triste para un instrumento concebido para crear música que ser silenciado durante décadas? En Alagón la música de órgano ha sonado durante cinco siglos sin interrupción, pero hoy de las iglesias de Alagón se ha apoderado el silencio más amargo, un silencio antiguo que nadie se ha atrevido a cuestionar. Como interesaba más la música popular y el folclore, nos hemos olvidado por completo de este brillante episodio sonoro. Y ni las autoridades políticas ni las religiosas han mostrado interés real en restaurar nuestro patrimonio musical, a pesar de las cuantiosas subvenciones que la DPZ ha destinado desde los años ochenta a tal fin. No podemos comprender cómo un pueblo que presume de buenos músicos haya podido permitir esta situación. Y así nos ha ido, que mientras en muchos pueblos de la provincia se realizan todos los años conciertos de música clásica con concertistas de prestigio internacional, en Alagón seguimos empeñados en darle la espalda a Bach y a Haendel y lo que es peor, a nuestra propia historia. Tampoco nadie ha querido acordarse de nuestros organistas, algunos de los cuales llegaron a ser destacados músicos. En Alagón nacieron organistas de la talla de Pablo Nasarre, el mejor tratadista musical del Barroco español, o Miguel Arnaudas, cuya obra continúa en su mayor parte inédita para el público actual. Por no hablar de D. José María Berdejo, que fue infantico como Arnaudas y que en la actualidad mantiene viva la gloriosa tradición de los organistas de Alagón desde su condición de Director de Música de las Catedrales de Zaragoza. Siempre hemos creído que, de restaurarse el órgano de la parroquia, debería ser él el encargado de hacerlo sonar por primera vez. En el presente artículo, trataremos de reconstruir la historia y las desventuras de los órganos de las iglesias de Alagón, con la esperanza de que algún día, no muy lejano, la música de órgano vuelva a sonar en nuestro pueblo. No solo sirve para dignificar la liturgia católica, sino que es parte esencial de la oferta cultural de calidad que todos nos merecemos y que en última instancia puede contribuir al desarrollo turístico de la localidad.
Sabemos que el órgano de la iglesia de San Pedro fue construido antes de 1543-1554, ya que en ese lapso de tiempo pudo ser visto por el arzobispo D. Hernando de Aragón en una Visita Pastoral que realizó a nuestra parroquia. A juzgar por las palabras que dejó escritas el prelado zaragozano, el instrumento debió de causarle una grata impresión, pues dijo que era un órgano "bueno". La utilización de este adjetivo no es gratuita y demuestra la calidad que tenía el órgano, dicen incluso que a la altura del de San Pablo en Zaragoza, puesto que D. Hernando, cuando se encontraba con un órgano a su juicio inferior, no dudaba en dejar constancia de ello. Así por ejemplo, el órgano de Santa María de Ejea de los Caballeros es calificado de "decente". El siguiente capítulo importante de la historia de este órgano tuvo lugar el 22 de julio de 1772, cuando la caída de un rayo le causa graves desperfectos. Tuvo que rehacerse el arco y el hueco del órgano, desmontarse el antiguo instrumento y montarse de nuevo por el organero Tomás Sánchez, aprovechando para ello parte de la tubería original del siglo XVI. El nuevo órgano fue recibido y dado por bueno por el organista de Épila, Juan Gutiérrez. De esta reforma procede la caja actual. De factura neoclásica, está organizada a modo de retablo, con tres calles flanqueadas por pilastras y rematadas en frontón. En el siglo XIX sufrió alguna reforma para adaptarlo a los nuevos gustos románticos, pero mantuvo su singularidad primigenia. El órgano se mantuvo en uso hasta bien entrado el siglo XX, utilizándose profusamente en la liturgia preconciliar, como bien recordarán los alagoneros que vivieron su infancia en los años cuarenta o cincuenta del pasado siglo. Uno de esos niños fue D. Antonio Esaín Escobar, quien mucho tiempo después rememoraría esta etapa de su vida en su miscelánea local Nuestra infancia en Alagón. En este libro, que constituye un valioso testimonio histórico, Esaín evoca un ambiente musical muy distinto al actual: "Bajo la dirección de Mosén Félix Lacambra, coadjutor de la Parroquia y organista del templo, estudiábamos nociones de solfeo y cantábamos gregoriano, durante la Misa solemne de los festivos que se celebraba sobre las 11 horas. Daba gusto ver cantar desde el Coro de San Pedro el Credo III y la Misa de Angelis, alternando las voces de los adultos y las de tono soprano de los niños que éramos entonces".  Prosigue su relato recordando que "había que aprender a manejar un manubrio que insuflaba aire al órgano de la iglesia y que se movía a turnos, mientras Mosén Félix manejaba diestramente el teclado y los registros". En las últimas décadas, el órgano ha dejado de ser bien visto por parte de los distintos párrocos que ha tenido Alagón y la música sacra ha dejado de sonar, hasta ahora. Años de abandono han debido de hacer mella en el instrumento, muy sensible a la suciedad, el polvo y la acción de roedores e insectos. Como paso previo a su futura e irrenunciable restauración, habría que realizar un estudio técnico que detectara las distintas patologías que puede presentar así como los trabajos que son necesarios para su puesta a punto. Por último, debemos mencionar que la parroquia tuvo un armonio, que actualmente se guarda en la capilla de Santa Ana.
El órgano de la iglesia de San Antonio pudo construirse a mediados del siglo XVIII, que es cuando se acomete la decoración escultórica y pictórica del interior del edificio. Cuentan que musicalmente no era un órgano muy bueno, pero su magnífica caja rococó merece un comentario aparte. Se ubica sobre las capillas laterales, en el segundo tramo de la nave desde los pies. La mazonería se estructura en cinco calles, como era frecuente en los órganos de tamaño mediano de la época. La caja, que se decora con espejos de rocalla, representa un hito sin parangón entre los órganos conservados en la provincia, pues ejemplifica como ningún otro las pretensiones escenográficas y la grandilocuencia estética y espacial del órgano barroco. En otras iglesias el órgano se nos muestra como un aditamento prescindible, como un añadido al edificio relegado a una tribuna alta a los pies. En San Antonio, en cambio, el órgano se concibe como un elemento armonioso que se mimetiza a la perfección con el resto de la iglesia. La belleza de su caja no sirvió sin embargo para evitar la destrucción del que probablemente sea el órgano más maltratado de cuantos han existido en Alagón. En la aciaga noche del 18 al 19 de julio de 1936 -según la versión oficial- un grupo de incendiarios, aprovechándose de la incertidumbre reinante en los primeros momentos de la sublevación militar, irrumpen en la iglesia de San Antonio y le prenden fuego. Sobre el alcance real de los daños que este incendio causó existe gran controversia, puesto que la exactitud de las fuentes que existen sobre los hechos es más que dudosa. El principal testimonio escrito de que disponemos lo proporciona la nada imparcial Junta de Agravios, constituida en abril de 1937 bajo la presidencia del alcalde Gregorio Vera Ilundaín. La primera actuación de esta Junta fue elevar al Gobernador Civil de la provincia un acta en la que se informaba de los daños causados por las llamadas "hordas marxistas". Esta acta se estructura en varios puntos, cada uno de los cuales se refiere a elementos concretos de la iglesia: el altar mayor, la sacristía, los adornos de madera... Para nuestro estudio tiene especial relevancia el apartado 3º, que dice: "Completamente destruido el grandioso órgano, fundidos sus tubos metálicos y trompetas".  La rotundidad con la que se expresa la destrucción del órgano, con el uso del adverbio completamente, debe ponerse en cuarentena. Y es que resulta casi del todo improbable que los pirómanos de 1936 tuvieran tiempo de fundir los tubos del órgano en unas pocas horas. Esta apreciación se ve reforzada por algunos testimonios orales, que nos dicen que muchos años después de la contienda se conservaba todavía gran parte de la tubería y, por descontado, de la mecánica y el teclado. La pérdida definitiva del órgano de San Antonio fue obra de aquellos que estaban al frente del cuidado de la iglesia, que decidieron malvender los tubos, de madera, plomo y estaño, por lo poco que pudieran obtener por ellos, una vez rebajados a la condición de chatarra. En la fachada del órgano subsistieron, y todavía pueden verse en la actualidad, como testimonio de lo que llegó a ser en su época de esplendor, unos pocos tubos canónigos, que eran aquellos tubos de madera pintada cuya función era meramente decorativa. La historia del órgano de San Antonio no acaba aquí, pues todavía faltaba por escribirse el último capítulo de su historia, que por increíble, es acaso tan doloroso o más que los anteriores. En 1997 el templo quedaba definitivamente restaurado después de varios años de colaboración entre la Diputación Provincial y el Ayuntamiento. Quizá fuera por el agotamiento de los fondos municipales o por considerar otros objetivos más prioritarios, pero en 1997 nadie se acordó del órgano. Su desdichado silencio seguía sin hallar consuelo. Y cuando años después parecía que por fin el órgano iba a recobrar su carácter y su sonoridad, llegó otra decepción. Conviene acudir a la hemeroteca para recordar que en octubre de 2010 (no hace tanto) una esperanzadora noticia saltaba a la prensa local: Convenio a tres bandas para restaurar el órgano de San Antonio. Resulta que el alcalde D. José María Becerril firmó en el antiguo Salón de Plenos de la DPZ un acuerdo de colaboración (muy ventajoso) con el Arzobispado de Zaragoza y la Diputación, de forma que el ente provincial asumiría el 60 por ciento del coste de la restauración y nuestro ayuntamiento tan solo aportaría ¡16.635,10 euros! Nadie puede decir a la luz de estos datos que fuera un convenio oneroso para el bolsillo de los alagoneses. Sin embargo, seis años han pasado desde entonces y el órgano sigue sin restaurar. Los españoles tenemos fama de tardar demasiado en ejecutar las obras, pero esto sobrepasa con creces aquel manido estereotipo. Se trata de un convenio que ni se cumplió ni se cumplirá. Como potenciales beneficiarios de la restauración del órgano que éramos todos los alagoneses deberíamos exigir una explicación. Lástima que nuestro alcalde no sea el gran Pepe Isbert.
Siendo San Juan convento de religiosos agustinos descalzos, sabemos que dispuso de un buen órgano, pero del que apenas se tienen noticias. Aquí ofrecemos un dato inédito que puede contribuir a mejorar el conocimiento que tenemos de este instrumento. Su construcción la hemos datado en los primeros años del siglo XVII y atribuido al maestro de hacer órganos Cristóbal Fernández de Heredia, que en 1611 lo encontramos viviendo en Alagón. La existencia de un organista en Alagón ha pasado prácticamente desapercibida. Sin embrago, de ella ya dio cuenta hace casi cuarenta años D. Pedro Calahorra Martínez en su obra Música en Zaragoza, tras una minuciosa consulta de los fondos del Archivo Histórico Provincial. Allí se conservan unos documentos que nos han permitido realizar la atribución del órgano de San Juan de Alagón a Fernández de Heredia. En efecto, sabemos documentalmente que el organero de Alagón firmó concordia notarial con los frailes de San Agustín, no sabemos de qué localidad y probablemente para la construcción de un órgano. Aunque no podemos afirmarlo fehacientemente, no resulta descabellado aventurar que esos frailes fueran los religiosos de Alagón. Seis años antes se habían instalado en la villa, y llegado el momento de encargar la construcción de un órgano, qué mejor que ponerlo en manos de un maestro que vivía en la misma localidad, evitando así las incomodidades y demoras que supondría encargárselo a un organista de otro lugar. Este órgano fue desmantelado como consecuencia de la exclaustración del convento en la Desamortización de Mendizábal (1836). Los Misioneros del Corazón de María (claretianos), instalados en el edificio a partir de 1875, debieron suplir su desaparición con la adquisición de un armonio, más barato y de dimensiones más reducidas que un órgano de tubos.

La flecha amarilla indica la ubicación del antiguo órgano del Castillo.
La ermita de la Virgen del Castillo también contó con un órgano hasta fechas recientes. En 1977, el catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza D. Gonzalo Borrás Gualis todavía pudo ver in situ este órgano y dejar constancia de su existencia en el Inventario artístico del arciprestazgo de Alagón, realizado ese año pero publicado mucho tiempo después. Borrás nos dice que el órgano estaba decorado con arquitecturas del siglo XIX. Debió construirse para remplazar al que probablemente existió antes de la destrucción causada por los franceses en la Guerra de la Independencia. Su estética sonora la suponemos romántica, como corresponde a la moda del momento de su construcción. El instrumento debió desmantelarse poco después de la visita de Borrás, en la última gran (y desafortunada) reforma que sufrió el templo. La reforma no solo afectó al exterior de la ermita, donde se derribaron las construcciones anejas que daban a la plaza, sino también al interior, eliminándose elementos decorativos y litúrgicos tales como el púlpito, la reja del altar mayor o el órgano. Este último se ubicaba en la parte derecha de la nave, junto al coro, en el lugar donde se expone actualmente al culto el Cristo crucificado del siglo XVII de nuestra Semana Santa. Detrás del órgano se levantaba una pequeña habitación, desaparecida en la actualidad, donde se encontraban los fuelles, la maquinara y todo cuanto fuese necesario para el buen funcionamiento del órgano, que hace siglos no estaban electrificados, por lo que se necesitaba el concurso de los manchadores, que era como se conocía en Aragón a las personas que movían los fuelles del órgano. De este antiguo cuarto quedan varios testimonios materiales. Puede apreciarse en viejas fotografías, como la que publicamos arriba, donde lo vemos a la izquierda del acceso a la iglesia; y también en los planos anteriores a la reforma, como el de arriba, donde hemos resaltado dicho anejo en naranja; mientras que con una flecha amarilla se indica la ubicación del órgano en la nave. También en el edificio han quedado huellas. Si nos acercamos a la Plaza del Castillo y nos situamos frente a la ermita, podremos ver entre el primer y el segundo contrafuerte, empezando por los pies del templo, el antiguo arco de medio punto que cobijaba al órgano, hoy cegado con ladrillos. En el interior del templo, la marca de ese arco se aprecia con menor nitidez, pero también es visible a simple vista.
 Según fuentes consultadas por VIDA ALAGONESA, los tubos de este órgano se guardaron en el cubículo situado bajo la escalera por la que se accede al coro, pero desconocemos si en la actualidad siguen ahí. La supresión del órgano de la ermita, seguramente "porque molestaba", fue un grave error y pone en evidencia la incultura y el desprecio con el que este pueblo ha tratado a una parte importante de su historia musical.
Por último, aunque no por ello menos importante, debemos hacer mención a la desaparecida iglesia del Convento de religiosas franciscanas de la Purísima Concepción. En su interior no se guardaban bienes artísticos de especial interés, pero sí lo tenía un magnífico órgano construido en la segunda mitad del siglo XIX o en los primeros años del siglo XX por el prestigioso taller zaragozano de la familia Roqués. La fecha exacta de la construcción nos es desconocida pero, en cualquier caso, es seguro que tuvo lugar antes del año 1911. La familia Roqués ocupa un lugar importante en la historia de la organería española por la calidad y abundancia de su producción, así como por haber logrado conciliar satisfactoriamente la tradición del órgano ibérico del Barroco con el nuevo gusto romántico que se había impuesto en la Europa decimonónica. El historiador local D. Manuel Serrano Villalba ha confirmado a VIDA ALAGONESA que este órgano no corrió la misma suerte que el malogrado convento que lo albergaba y no fue destruido, como cabía suponer en un primer momento. Afortunadamente, el órgano fue trasladado a otra iglesia con la intención de darle un nuevo uso y aunque no sepamos cuál fue el destino de este valioso instrumento, no nos resulta difícil intuirlo. Puesto que el edificio pertenecía a la orden religiosa y no a la diócesis, es muy probable que el órgano se desmontara con destino a un convento de esa misma congregación. Sería conveniente seguir en el futuro con estas pesquisas hasta dar con el paradero actual de esta joya musical salida a hurtadillas de nuestro pueblo en los años del Desarrollismo urbanístico. Este sería un primer paso para logar moralmente la reparación de un grave atentado contra el patrimonio histórico del que todavía hoy nos lamentamos los alagoneses.

No hay comentarios:

Publicar un comentario